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10 de Febrero del 2018

por Kevin Roose

The New York Times

Artículo original

Entre los muchos, muchos demócratas que buscarán la nominación presidencial del partido en el año 2020, la mayoría probablemente estén de acuerdo con unos cuantos puntos centrales: proteger a DACA, reintegrarse al acuerdo climático de París y desentrañar las exenciones fiscales del Presidente Trump para los ricos.

Sólo uno de ellos se centrará en el apocalipsis de los robots.

Ese candidato es Andrew Yang, un empresario neoyorquino bien conectado el cual está montando una campaña improbable por la Casa Blanca.  El señor Yang, un ex-ejecutivo en el campo de la tecnología, quien creó la organización sin fines de lucro Venture for America, cree que la automatización y la inteligencia artificial avanzada pronto harán que millones de trabajos queden obsoletos: el suyo, el mío, los de los nuestros contadores, radiólogos y los de los cajeros de supermercado. El señor Yang dice que Estados Unidos necesita tomar medidas radicales, como la de repartir TRILLONES billones de dólares en efectivo a los ciudadanos como subsidio, para evitar un desempleo al nivel de la Gran Depresión y un colapso social total.

“Todo lo que se necesita son vehículos autónomos para desestabilizar a la sociedad”, dijo Yang, de 43 años, durante un almuerzo el mes pasado en un restaurante tailandés en Manhattan, su primera entrevista de su campaña. En sólo unos años, dijo, “vamos a tener un millón de conductores de camiones, quienes son 94 por ciento hombres sin trabajo, con un nivel educativo promedio de escuela secundaria o un año de universidad”.

“Esa innovación”, continuó, “será suficiente para crear disturbios en la calle. Y estamos a punto de hacer lo mismo con los trabajadores minoristas, los trabajadores de los centros de llamadas, los trabajadores de comida rápida, las compañías de seguros y las empresas de contabilidad “.

¿Alarmista? Seguro. Pero la profecía del juicio final del señor Yang le hace eco a las preocupaciones de un número creciente de economistas laborales y expertos tecnológicos quienes se preocupan por las consecuencias económicas que se aproximan. Un informe del 2017 de la firma de consultoría McKinsey & Company concluyó que para el 2030 – tres mandatos presidenciales a partir de ahora – hasta un tercio de los empleos en Estados Unidos podría desaparecer debido a la automatización (otros estudios han dado pronósticos más alentadores. Predicen que nuevos trabajos reemplazarán a la mayoría de los trabajos perdidos).

Quizás era inevitable que un candidato tecno-escéptico tratara de aprovechar el momento. El escrutinio de empresas tecnológicas como Facebook y Google ha aumentado en los últimos años y las preocupaciones sobre el comportamiento monopólico, la explotación maliciosa de las redes sociales y los efectos adictivos de los teléfonos inteligentes han vuelto políticamente vulnerable a una industria que hasta ahora ha sido a prueba de balas. Incluso los conocedores de esta industria comienzan a unirse a la reacción.

Para defenderse de los robots, el señor Yang propone lo que él llama un “Dividendo de Libertad”, un cheque mensual de $1.000 que se enviaría a cada estadounidense de 18 a 64 años, independientemente de su ingreso o estado laboral. Estos pagos, dice, acercarán a todos los estadounidenses a aproximarse a la línea de pobreza, sobre todo si la automatización los golpea directamente. Medicare y Medicaid no se verían afectados por el plan del señor Yang, pero las personas que reciban beneficios del gobierno, como el Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria, podrían elegir continuar recibiendo dichos beneficios o, en su lugar, recibir los pagos mensuales de $1.000.

El Dividendo de Libertad no es una idea nueva. Es otra manera de llamarle a la renta básica universal, una política que ha sido popular en círculos académicos y de tanques pensantes durante décadas, favorecida por el reverendo Dr. Martin Luther King Jr. y el economista Milton Friedman, y que recientemente ha llamado la atención de los tecnólogos de Silicon Valley. Elon Musk, Mark Zuckerberg y el capitalista de riesgo Marc Andreessen han expresado su apoyo a la idea de una renta básica universal. Combinator, la influyente incubadora de empresas emergentes, actualmente realiza un experimento de renta básica con 3.000 participantes en dos estados.

A pesar de su popularidad entre los académicos y ejecutivos de izquierda, la renta básica universal sigue siendo un movimiento sin líderes que aún no se ha irrumpido en la corriente de la política general. El señor Yang cree que puede vender la idea en Washington al enmarcarla como una política pro-empresarial.

“Soy capitalista”, dijo, “y creo que la renta básica universal es necesaria para que el capitalismo continúe”.

El señor Yang, un padre casado con dos hijos, es un extrovertido de fácil comunicación, quien usa el neo-uniforme ejecutivo de chaqueta y pantalones vaqueros sin corbata. Mantiene un diario de cosas por las que está agradecido, y rocía las conversaciones con frases del mundo empresarial como “competencia central”. Después de graduarse de la Universidad de Brown y Columbia Law School, renunció a su trabajo en un gran bufete de abogados y comenzó a trabajar en el sector tecnológico. Manejó una empresa de Internet que fracasó durante la primera crisis punto-com, trabajó como ejecutivo en una empresa emergente de atención médica y ayudó a crear un negocio de preparación de exámenes, el cual fue adquirido por Kaplan en 2009, lo que le permitió ganar una modesta fortuna.

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Captó el gusanillo político después de iniciar Venture for America, una organización diseñada  al estilo de Teach for America que conecta a los recién graduados universitarios con empresas emergentes. Durante sus viajes a las ciudades del medio-oeste estadounidense, comenzó a conectar el crecimiento del populismo anti-establecimiento con el aumento en la automatización del lugar de trabajo.

“La razón por la cual Donald Trump fue elegido fue que automatizamos cuatro millones de empleos de manufactura en Michigan, Ohio, Pennsylvania y Wisconsin”, dijo. “Si evaluamos los datos electorales, estos muestran que cuanto mayor es el nivel de concentración de robots de fabricación en un distrito, más votó ese distrito por Trump.”

El escepticismo hacia la tecnología del Sr. Yang se extiende más allá de los robots de fábrica. En su libro de campaña, “La Guerra Contra la Gente Normal,” escribe que quiere establecer un Departamento de Economía de Atención para regular a las empresas de redes sociales tales como Facebook y Twitter. También propone designar a un secretario de tecnología a nivel de gabinete, con sede en Silicon Valley, para estudiar los efectos de las tecnologías emergentes.

Los críticos pueden descartar la campaña del Sr. Yang (su consigna: “La Humanidad Primero”) como un truco de vanidad futurista. El banco demócrata ya está repleto de aspirantes para el 2020, y la mayoria ya tienen el perfil público y la experiencia política que le faltan al Sr. Yang, y al menos uno de ellos, el senador Bernie Sanders, ya ha insinuado el apoyo a una renta básica universal.

Los opositores de la renta básica universal también han señalado su alto precio: un desembolso anual de $12,000 por adulto estadounidense costaría aproximadamente $2 billones, lo cual equivale a aproximadamente la mitad del presupuesto federal actual– y la posibilidad de que otorgar dinero gratis podría alentar a la gente a no trabajar. Estas razones, entre otras, explican por qué Hillary Clinton, quien pensó en agregar la renta básica universal a su plataforma de 2016, concluyó que era “emocionante pero no realista”.

“En nuestra cultura política, existen formidables obstáculos políticos al proporcionar dinero en efectivo a las personas de edad laboral que no están empleadas, y es poco probable que una renta básica universal pudiera superarlos,” escribió el año pasado el Sr. Robert Greenstein, presidente del Centro de Presupuesto y Prioridades de Políticas (CBPP en inglés), un grupo de investigación de Washington.

Pero el Sr. Yang cree que él puede presentar el caso. Él ha propuesto pagar una renta básica con un impuesto al valor agregado, un impuesto de acuerdo con el consumo que, según él, recaudaría dinero de compañías que se benefician de la automatización. Un estudio reciente realizado por el Instituto Roosevelt, un grupo de expertos de política de tendencias izquierdistas, sugirió que dicho plan, pagado por un plan fiscal progresivo, podría crecer la economía más de un 2 por ciento, y proporcionar empleos a 1.1 millones de personas adicionales.

“La renta básica universal es una vieja idea”, dijo Yang, “pero es una vieja idea que en este momento es especialmente relevante debido a lo que experimentamos en la sociedad”.

Los principales partidarios del Sr. Yang incluyen a Andy Stern, un ex líder del Sindicato Internacional de Empleados de Servicio (S.E.I.U.), quien le atribuyó “abrir una discusión que el país teme tener”. Su campaña también ha atraído a algunas de las élites de Silicon Valley. Tony Hsieh, el director ejecutivo de Zappos, es un donante temprano de la campaña del Sr. Yang, al igual que varios capitalistas de riesgo y ex alumnos de alto rango de Facebook y Google.

El Sr. Yang, quien ha recaudado aproximadamente $130.000 desde que presentó su documentación oficial ante la Comisión Federal de Elecciones en noviembre, dice que finalmente recaudará millones de sus partidarios en la industria tecnológica y en otros lugares para complementar su propio dinero.

El Sr. Yang tiene también otras ideas radicales. Quiere nombrar a un Psicólogo de la Casa Blanca, “hacer que los impuestos sean divertidos” al convertir el 15 de abril en día feriado nacional, y poner en práctica “créditos sociales digitales,” un tipo de sistema de recompensa gamificado para alentar el comportamiento socialmente productivo. Para frenar la corrupción, sugiere aumentar el salario del presidente a $4 millones de los $400.000 actuales, y elevar drásticamente el salario de otros reguladores federales, al tiempo que les impide aceptar honorarios de habla o lucrativos empleos del sector privado después de dejar el cargo.

Y aunque dijo que era liberal en asuntos sociales, ha admitido que no había desarrollado todas sus posiciones (en la mayoría de los asuntos sociales, el Sr. Yang dijo: “Creo lo que probablemente creas que creo”).

La probabilidad, por supuesto, es que la candidatura del Sr. Yang no termine con un desfile por la avenida Pennsylvania. Aún así, los expertos con los que hablé se alegraron de que hablara sobre los riesgos a largo plazo de la automatización, en un momento en que gran parte de Washington está consumido por lo inmediato y visible.

Erik Brynjolfsson, director de la Iniciativa para la Economía Digital de M.I.T. y coautor de “La Segunda Era de la Máquina”, elogió al Sr. Yang por llevar los efectos económicos de la automatización a la conversación nacional.

“Este es un problema grave, y solo va a empeorar”, dijo el Sr. Brynjolfsson. “En cada elección de los próximos 10 o 20 años, esto se convertirá en un tema más destacado, y los candidatos que puedan hablar con eficacia saldrán bien”.

El Sr. Yang sabe que podría hacer sonar la alarma de automatización sin postularse para presidente. Pero él siente una sensación de urgencia. A su juicio, no hay tiempo para meterse con los documentos de los tanques de pensamiento y los “super PAC,” porque el tiempo corre.

“Tenemos entre cinco a 10 años antes de que los camioneros pierdan sus trabajos,” dijo, “y todo el infierno se desate.”